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LOS TIEMPOS LENTOS DE EVELYN H.

Es la belleza como eco o residuo de la posibilidad primera que sigue latiendo entre las infinitas
gradaciones de luz y de sombra.
Es la reafirmación de un inmediato sensible, ético y estético a la vez (1); una pequeña resistencia poética ante la vorágine derrochadora de vidas gastadas entre rutinas y grises, ante los tiempos inexorables que se miden siempre comparándose entre sí, como os relojes que, en realidad, solo pueden medir a otros relojes.

Es la belleza que propone quien sabe que lo realmente vivido no es tiempo, ni es susceptible de ser medido o comparado, porque el tiempo no es más que una convención al margen del transcurso de la vida y la simple intención de medir o de comparar suele alterar la percepción de lo comparado y lo medido, y el único tiempo
que pudiera ser considerado como tal, como sugirieron Bergson o Proust y tantos otros, es el
tiempo interior y no entra, por tanto, en las mediciones, en las tablas de los desasosegados, de los
esclavos del entretenimiento continuo, ni en las estadísticas de los actuales gestores de esa
“normalidad” extrema que nos proponen como vida.

Es la mirada sensible que busca el roce con la indefinición del momento que pasa. Un lugar
propio, creado mirada a mirada, gesto a gesto, para generar en torno a él una mitología de lo leve,
de la lentitud, de lo callado; para explicar y explicarse la vida; para encontrar algunas respuestas
como lleva milenios intentado el arte, o para fijar, al menos, algo de lo que ha sido o de lo que ha
podido ser: para que lo que no está esté, se fije y sea estar, estancia, cuerpo, como poetizó
Valente (2).

Es la mirada maculada de quien desde ese lugar propio ha decidido sumarse a lo existente
mediante un trato íntimo con una naturaleza que no tiene prisas; una mirada que deja huella, que
“mancha”, todo aquello en que se posa su mirada y así, todo lo vuelve naturaleza, todo puede
volver a ser, al unísono, puro existir.

Es la voluntad consciente de convocar y ritualizar esos desbordamientos en que vive lo individual
desde una sensibilidad que queda reflejada en la dimensión poética que impregna cada una de
sus obras y parece seguir aquella “línea de sombra” –la inevitable “zona de sombra” que es cada
ser humano (3)– que va de Goethe a Hesse, de Whitman a Wittgenstein, de Thoreau a Sebald, y
evidencia la imposibilidad de separar lo sensible de lo intelectual, la materia de lo espiritual, el acto
de su potencia, porque asume que hay cosas en la vida que no pueden explicarse ni demostrarse
por separado… que hay que experimentarlas y sólo tras haber estado inmersa en ellas, tras
haberlas habitado y ritualizado, sea posible, tal vez, reconocer y mostrar su verdad.

Es un desentendimiento absoluto de la crítica especializada de un mundo que se muestra
indiferente ante cualquier atisbo de verdad; la huida consciente de esos conceptualismos duros o
de esa pedantería excluyente, tan habituales hoy, que han llevado al arte a su desencantamiento,
a la pérdida progresiva de su magia, diluida entre contenidos meramente discursivos.

En estos tiempos del triunfo del marketing sobre el arte, del clic de la inmediatez, de la instantánea, de lo
banal y de lo hiper-fotografiado, Evelyn H. propone formas de hacer, rituales, que intentan
devolver la realidad de hoy, la de la tiranía de la cultura del dato y de la novedad permanente, al
mito originario, a la narración, ralentizando intencionadamente su tiempo mediante el tratamiento
del espacio. Rituales, que por su carga simbólica, exigen un pulcro y respetuoso manejo de las cosas;
una mirada –una fotografía– tratada como una nueva oportunidad de belleza, como una
nueva posibilidad que se abre a nuevas posibilidades. Porque también entiende que lo bello no es
en sí sino tan solo una confluencia fortuita –después tal vez un juego–, de momentos en los que
las cosas se relacionan, se muestran, se ocultan o se deshacen, entre las infinitas calidades y
gradaciones de luz y de sombra, según fluye la atención y el pensamiento.
Ya sean los detalles de un cuerpo ritualizado entendido y propuesto como paisaje de un territorio
personal recolonizado simbólicamente por la naturaleza –fastuoso escenario en el que quedan
consignados secretos y divinidades (4)–;
ya sea un museo con escenas detenidas –disecadas–, como parodias de una naturaleza definitivamente sometida,
a las que intenta devolver un aliento, duración, fulguración, presencia (5); o ya sean unas vistas que parecen fotografiadas con el alma;
en cada caso, en cada obra, son lugares a salvo –reservas– para la contemplación, para hacer
calladamente o simplemente para la ternura, que desvelan las verdaderas articulaciones de su propia realidad. Paisajes de un territorio propio, que recogen sus inquietudes y sus certezas y
transmiten una calma ritual, –unos tiempos lentos– a la manera de Mahler, por ejemplo, ajenos a
la inmediatez de la “instantánea” y que construye aproximándose a lo simbólico –todo ritual lo es–
intentando convocar una atmósfera y un tiempo «fuera del tiempo» que queden suspendidos en la
obra y se manifiesten cada vez que sea contemplada. Una duración incierta, un tiempo improbable
–el único que puede otorgar un artista–, en escenas de contornos indefinidos y momentos no
mensurables, silenciosos, intentando evitar así cualquier estridencia visual o cualquier imposición
formal que pudiera convocar la más mínima forma de violencia.
La presencia de la naturaleza como inmanencia, aunque solo se muestre de manera mínima o testimonial –unos pétalos sobre un cuerpo, que devienen manchas como marcas de agua propias sobre paisajes o sobre escenas
de interiores– refleja una voluntad de ser y de hacer que se niega a convertirla en mero simulacro.
Vida y obra asumidas en sus circunstancias (6), que como Goethe o como Hesse, parecen vagar
por el mundo, preguntando a cada instante a las cosas ¿qué realidad me propones? ¿qué sabes
tú de mí?.

Luis G.Adalid


1) Ignacio Castro Rey: Roxe de Sebes. Mil días en la montaña.
2) José Ángel Valente: ב Bet (Tres Lecciones de Tinieblas)
3) Ignacio Castro Rey: Ética del desorden
4) Byung-Chul Han: La desaparición de los rituales
5) José Ángel Valente: ב Bet (Tres Lecciones de Tinieblas)
6) L. Wittgenstein: “no hay vida “universal” sino vida en sus circunstancias”.



Deutsch

DIE LANGSAME ZEIT DER EVELYN H.

Es ist die Schönheit, die als Echo oder Überbleibsel der allerersten Möglichkeit zwischen den unendlichen
Licht- und Schattenabstufungen immer noch schlägt. Es ist die Bestätigung einer gleichzeitig ethischen, ästhetischen und sensiblen Unmittelbarkeit (1);
ein kleiner poetischer Widerstand gegen den verschwenderischen Strudel von verbrauchtem Leben
zwischen Routinen und Grauzonen, die angesichts der unerbittlichen Zeiten immer miteinander verglichen werden, wie Uhren, die eigentlich nur andere Uhren messen können.
Es ist die Schönheit, die bestimmt wer wissend ist, um dass das wirklich Erlebte nicht
die Zeit ist und dass man es weder messen noch vergleichen kann, weil die Zeit nichts anderes ist als eine Konvention am Rande des Lebens und die bloße Absicht zu messen oder zu vergleichen, verändert in der Regel die Wahrnehmung des Vergleichs und des Gemessenen.
Die einzige wirkliche Zeit ist die, wie Bergson oder Proust und viele andere vorschlagen, die innere Zeit
und somit sind es nicht die Messungen und Listen der Rastlosen und der Sklaven der Unterhaltungsindustrie, auch nicht die Statistiken der Manager dieser extremen “Normalität”, die man uns als Leben anbietet.

Es ist der empfindsame Blick, der nach Berührungen sucht, mit der Unbestimmtheit des vergänglichen Augenblicks.
Ein eigener Ort, von Angesicht zu Angesicht, von Geste zu Geste, um eine Mythologie der Leichtigkeit,
der Langsamkeit, des Schweigenden zu erschaffen; um das Leben zu erklären; um Antworten zu finden
wie es seit Jahrtausenden die Kunst versucht, oder zumindest etwas von dem, was war oder was
hätte sein können, festzuhalten: damit das was nicht ist, sein wird, sich festigt und lebt, Aufenthalt, Körper...(2) wie Valente dichtete.

Es ist der entdeckende Blick derer, die von dieser Stelle aus beschlossen haben, sich dem Seienden durch einen intimen Umgang mit einer Natur, die keine Eile hat, anzuschließen;
es ist ein Blick der Spuren hinterlässt, der alles “befleckt”, worauf er schaut und so alles zur Natur macht, alles kann wieder sein. Im Einklang. Reines Existieren.

Es ist der bewusste Wille, der die Fluten, in denen das Individuelle lebt, herbeiruft und ritualisiert,
aus einer Empfindlichkeit heraus, die sich in der poetischen Dimension zeigt, die jedes Werk prägt
und die der "Schattenlinie" folgt, dieser unvermeidlichen "Schattenzone", die jeder Mensch ist (3),
von Goethe bis Hesse, von Whitman bis Wittgenstein, von Thoreau bis Sebald,
zeigt die Unmöglichkeit auf, das Sensible vom Intellektuellen, die Materie vom Spirituellen, die Tat von der Gewalt, zu trennen,
weil es Dinge im Leben gibt, die man weder getrennt erklären noch beweisen kann...
Man muss es erlebt haben, erst nach dem Eintauchen, nach dem Bewohnen und Ritualisieren,
ist es vielleicht möglich, ihre Wahrheit zu erkennen und offen zu legen.

Es ist eine völlige Abkehr von der Fachkritik einer Welt, die sich von jedem Hauch der Wahrheit entfernt hat;
die bewusste Flucht vor jenen harten Konzepten oder dieser disqualifizierenden Pedanterie,
die heute so üblich ist, haben zur Entzauberung geführt, zum schrittweisen Verlust ihrer Magie,
aufgelöst in rein diskursive Inhalte.

In diesen Zeiten des Triumphs des Marketings über die Kunst, des Klicks der Unmittelbarkeit, der Momentaufnahme,
der Banalität und des Hyper-Fotografierten, schlägt Evelyn H. Wege vor, Rituale, die versuchen die Realität von heute, die der Tyrannei, der Datenkultur und die der ständigen Neuheiten, wieder zum Ursprünglichen Mythos, zur Erzählung, zurückführen.
Durch Bearbeitung des Raumes verlangsamt sie die Zeit absichtlich.
Rituale, die aufgrund ihrer symbolischen Bürde eine sorgfältige und respektvolle Handhabung der
Dinge erfordern; einen Blick -eine Fotografie- als neue Gelegenheit der Schönheit, als eine
neue Möglichkeit, die sich neuen Möglichkeiten öffnet, weil sie auch versteht, dass das Schöne nicht gleich das Schöne ist, sondern nur Po­ten­ti­a­li­tät: ein zufälliges Zusammentreffen -vielleicht später ein Spiel-, von Momenten
in denen Dinge sich miteinander verbinden, sich zeigen, sich verstecken oder aufgelöst werden, zwischen den unendlichen Beschaffenheiten und Nuancen des Lichts und des Schattens, je nachdem, wie Aufmerksamkeit und Denken fließen.

Seien es die Details eines ritualisierten Körpers, verstanden und vorgeschlagen als Landschaft eines neu besiedelten, persönlichen Territoriums, das durch die Natur symbolisch neu bevölkert wurde; ein majestätisches Szenario ,in dem geheime Archive und Göttlichkeiten konsigniert werden (4)-, sei es ein Museum mit festgehaltenen (präparierten) Szenen, als Parodien einer Natur, die endgültig unterworfen wurde. Sie versucht ihnen Dauer, Ausstrahlung, Anwesenheit (5), neuen Atem einzuhauchen, oder seien es Bilder, die mit der Seele fotografiert zu sein scheinen; in jedem Fall, in jedem Werk, handelt es sich um sichere Orte (Reservate) der Betrachtung, um still zu arbeiten oder einfach nur ein Ort der Zartheit, die die wahre Beschaffenheit ihrer Realität sind.

Landschaften eines eigenen Territoriums, die ihre Neigungen und Gewissheiten, die eine rituelle Stille zum Ausdruck bringen, langsame Zeiten- auf Mahler-Art, z.B.,fremd zur “Unmittelbarkeit der Momentaufnahme", und sie konstruiert, indem sie sich dem Symbolischen -jedes Ritual ist es- nähert, um eine Atmosphäre und eine Zeit ”außerhalb der Zeit" zu erzeugen, die in den Werken schweben und sich jedes Mal manifestieren, wenn sie betrachtet werden. Ungewisse Dauer, ein unwahrscheinlicher Zeitpunkt -der Einzige, der von einem Künstler vergeben werden kann-, in Szenen mit unbestimmten Konturen und nicht messbar, leise, so dass jede visuelle Schrillheit oder formelle Auflage die auch nur die kleinste Form von Gewalt anberaumt, vermieden wird,
die Anwesenheit der Natur als Immanenz, auch wenn sie sich nur minimal offenbart oder als Zeuge agiert
- Blüten auf einem Körper, die zu Flecken, wie Wasserzeichen auf Landschaften oder auf inneren Szenen, werden-,
es spiegelt den Willen wider, zu sein und zu verwirklichen, der verneint die Natur zu einem reinen Simulacrum zu machen.

Leben und Werk mit seinen Umständen akzeptieren (6), das wie Goethe oder Hesse durch die Welt zu wandern scheint,
jede Sekunde nach Dingen fragend, welche Realität schlägst du vor? was weißt du von mir?


Luis G. Adalit



1) Ignacio Castro Rey: Roxe de Sebes. Mil días en la montaña. 2) José Ángel Valente: ב Bet (Tres Lecciones de Tinieblas) 3) Ignacio Castro Rey: Ética del desorden
4) Byung-Chul Han: La desaparición de los rituales 5) José Ángel Valente: ב Bet (Tres Lecciones de Tinieblas) 6) L. Wittgenstein: “no hay vida “universal” sino vida en sus circunstancias”.